
Muchas personas saben que soy norteamericana, sin embargo, la mayoría desconoce que mi linaje familiar es europeo. Mi familia paternal es originaria de Italia y Alemania, y la maternal, de Irlanda.
¿Por qué menciono esto en un artículo sobre “Yo soy el pan de vida”? Buena pregunta. En las 4 culturas que mencioné, cada una tiene la costumbre de hacer un pan dulce en la navidad; los italianos el “panettone”, los alemanes el “stollen”, los irlandeses “pan de soda irlandés” y los americanos pan de frutas o vegetales.
Me llama la atención que, aunque el pan es diferente, cada país tiene la misma costumbre, comer pan dulce. Y creo que no es coincidencia que esto se acostumbre cuando celebramos el nacimiento de Jesucristo, el pan de vida, reconociendo que Él nació en Belén lugar que su nombre en hebreo significa “la casa del pan”.
Yo soy el pan de vida
Este es el primero de los “Yo soy” que Cristo nos dio y lo menciona 3 veces en el libro de Juan (6:32,33,48). Es interesante que el capítulo 6 de Juan comienza con el milagro de las multiplicaciones de los panes. De la misma forma que Él creó el mundo de la nada (Colosenses 1:16), multiplicó los panes para alimentar a 5000 personas. Y, como Él “es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20), no solamente alimentó a todos, sino que al final tenían ¡12 canastas de sobra!
Noten que Él no dijo que trae pan al mundo, aunque sí lo hizo, sino que nos deja saber que Él es el pan del mundo. Y luego al atardecer de ese día, sus discípulos descendieron al mar hacia Capernaúm, mientras ellos navegaban, una tormenta se levanta y Jesús, caminando sobre el mar se acerca ¿y qué es lo que les dice a sus discípulos? Él les dice, “Soy yo; no temáis” (6:20).
Los discípulos sabían quién era “Yo soy” y el poder que tenía, porque cuando “Yahweh” mandó a Moisés hablar con el faraón de Egipto, Él le dijo “Ahora verás lo que haré a Faraón; porque por la fuerza los dejará ir; y por la fuerza los echará de su tierra… Yo soy el SEÑOR” (Éxodo 6:1-2).
“Yo soy” había demostrado a través de las generaciones que Él era confiable y, por ende, no había espacio para dudar de Dios. Jesús está identificándose como el “Yo Soy”, y al mismo tiempo llevándolos a otro nivel. Las personas están siguiéndolo para obtener el pan físico, sin embargo, Él quiere mostrarles el pan espiritual, es decir, Él mismo, quien da vida eterna.
Jesús hace la comparación entre Él mismo y el pan o maná que “Yahweh” mandó del cielo cuando fueron salvados de la esclavitud de Egipto. Leemos en Juan 6:33 que dice: “Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida (Zoe) al mundo”.
El pan físico mantiene la vida “bios” pero Cristo nos da vida “Zoe”, vida espiritual. Y como el versículo 35 dice “Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”, entonces ¡nos está asegurando que la salvación es por fe y es eterna!
Los versículos 37-38 nos demuestran que hay un propósito divino en el plan que el Padre hizo en la eternidad pasada: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”
Y esto mismo es lo que Pablo nos explica en Efesios 1:4, que el Padre nos escogió antes de la fundación del mundo. Sin embargo, nos da también la seguridad que Él nos guardará y nos llevará a Su Padre. Luego, Jesucristo dice algo difícil de entender en el versículo 51: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne”.
¿Descendió del cielo? Jesús está explicando que Él no fue solamente el hijo de María y José de Nazaret, sino que Él es la encarnación de alguien que existía antes de nacer, y es eterno, ¡la segunda persona de la Trinidad! Esto es tan importante que Juan comienza su libro con “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios” (Juan 1:1-2).
Este Verbo es el Pan de vida ¿Y que significa que tienen que comer su carne? Muchas personas escuchan las enseñanzas de Jesús, leen la Biblia, oran y hasta admiran sus enseñanzas, sin embargo, esto no es suficiente, cada uno de nosotros tenemos que apropiarnos de Jesús y creer que Él es nuestro alimento. Santiago 2:19 nos recuerda “Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan”. Él tiene que ser nuestro propósito de vida porque no hay nada en el mundo que pueda saciar nuestra hambre o sed, sino solo Jesucristo.
Gran cantidad de personas creen que Jesús vino para cumplir todos nuestros deseos carnales, cuando en realidad Él vino para convertirse en nuestro tesoro. Y el versículo 53 nos advierte que Él es el único camino “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”
Beber Su sangre es apropiarse de la sangre que Él derramó en la cruz, el sacrificio que hizo muriendo por cada uno de nosotros. A menos que aceptemos que somos pecadores y necesitamos Su sacrificio por el perdón de nuestros pecados, no entraremos en el reino de los cielos. Pero, si nos apropiamos de ese sacrificio, el versículo 54 nos enseña “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final”.
Fuimos sellados en Él con el Espíritu Santo (Efesios 1:13) y nadie puede arrebatarnos de su mano (Juan 10:28). ¡Misión cumplida! El gran Yo Soy, el Todopoderoso, aquel que nadie puede frustrar Sus planes (Isaías 14:27) lo ha decretado y nuestra respuesta natural debe ser adorarlo. El perdonó nuestros pecados, nos vistió de Su justicia, sellando nuestra eternidad, haciéndonos el tesoro del Padre y nuestro deber es hacerlo a Él nuestro tesoro, porque nada en este mundo se compara con Él.
¿Es Cristo tu alimento? “Probad y ved que el SEÑOR es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia!” (Salmo 34:8).