
La difícil tarea de confrontar a creyentes en pecado es una de las partes complejas del ministerio y la vida cristiana, pero ¿Cómo podemos confrontar a un hermano(a)?
En este artículo les comparto 7 principios para confrontar a un creyente en pecado. Siete principios basados en el relato “post-adulterio” del rey David (2 Samuel 11)
Les resumo la historia: El rey David mira y desea con lujuria a una mujer que no es su esposa. Atrapado por este deseo, la llamó hasta su recámara a pesar de ser advertido que era casada. Tristemente, cegado por sus pasiones pecaminosas toma a esta mujer en una relación de adulterio y esta degradación moral concluyó con el homicidio premeditado del esposo de ella, Urías. Una vez muerto Urías, David asume la tarea de tomar a la “viuda” Betzabé como una muestra pública de falsa piedad. David engaña al pueblo (pero no a Dios) ocultando esta horrenda secuencia de pecados que comenzó con una “sutil” mirada lujuriosa. Con mucha razón, el pastor Miguel Nuñez dijo: “El pecado siempre nos lleva más lejos de lo que pensábamos llegar”.
Así en pecado, David continuó como rey alrededor de un año. Un año en hipocresía celebrando las fiestas espirituales de Israel y hasta quizá: ¡Cantando sus propios salmos! Todo esto con un adulterio, un hijo nacido como fruto de ese adulterio y un asesinato premeditado en oculto. ¡Qué terrible mis queridos! Pero en la iglesia del Señor nos toca la difícil tarea de confrontar pecados así. Adulterio, fornicación, embarazos extra-maritales, adicciones, violencia intra-familiar, robos, chismes y todo tipo de obras de la carne. ¡Es trágico!
Por gracia y bondad, Dios envía al profeta Natán a confrontar esta vergonzosa realidad en la vida del rey David. Aunque el rey tenía autoridad de cortarle la cabeza a Natán y aun así continuar en su pecado oculto, Natán fue valiente. Queridos, la verdad requiere valentía. Según 2 Samuel 12:1-14 Natán viene frente al rey David para confrontarlo. Toma unos minutos y lee el pasaje porque desde ahí tomaremos los 7 principios a continuación.
Primer Principio: “Tener la razón no te da derecho a ofender” (v.1)
Todos estamos de acuerdo que David estaba en pecado y que el profeta tenía la razón en este asunto. Sin embargo, noten que el profeta no entró gritando a David: “hipócrita, mentiroso, adúltero y asesino…” (Aunque todo esto era cierto). Natán tiene una actitud correcta hacia la persona que estaba enfrentando. Una vez escuché lo siguiente: “No hay peor cosa que un necio que tiene la razón”, y siendo honesto, a veces yo he tenido la razón en algunas confrontaciones, pero mi falta de sabiduría al hablar ha cerrado el corazón de mi hermano(a).
Debemos recordar que tener la razón no nos da permiso divino para lanzar un arsenal de ofensas que más suenan a carnalidad que a sabiduría divina. Así que, no es suficiente con tener la razón, pues tener la razón no nos da derecho a insultar y perder la santidad con nuestros labios.
Segundo Principio: “La verdad debe decirse con sabiduría” (v.1-4)
El profeta Natán relata una historia que parece muy simple. Él está expresando la verdad de una manera sabia que ayudará al rey David a verse a sí mismo retratado en su historia. Querido lector, debemos expresarnos sabiamente. Ruega a Dios por palabras “sazonadas con sal”, dirigidas por el Espíritu Santo y expresadas con la sabiduría de Dios. Lee Proverbios 16:6 “Con misericordia y verdad…”
Esa simple historia, fue un “puente” que por acción divina tocaría el corazón del rey hacia al arrepentimiento genuino. Debemos decir la verdad, pero no solo importa “qué” decimos sino también “cómo” lo decimos. ¡Seamos sabios para hablar bajo el control del Espíritu Santo!
Tercer Principio: “Es más fácil juzgar el pecado en otros que en uno mismo” (v.5-6)
Como veredicto a la historia de Natán el rey David indica que aquel hombre que mató a la única oveja del hombre pobre era digno de muerte. ¡Sentencia capital! Declaró el rey. Fue tan ilustrativa la historia que cualquiera podía darse cuenta que el hombre rico merecía morir. Pero, un momento, ¿Cómo no pudo darse cuenta que él mismo merecía la muerte? ¿Cómo no pudo verse a sí mismo? Queridos: “Es más fácil ver el pecado en otros que en nosotros mismos”. Inclusive, hasta tengo la tendencia pecaminosa de justificar mis faltas y pecados.
Cuando confrontemos a alguien, debemos pedir al Señor en oración que Su Palabra, como espada de doble filo, (Hebreos 4:12) corte a lo profundo del corazón a fin de que por obra del Espíritu Santo nuestro hermano (a) pueda ver la realidad y la gravedad de su propio pecado. Nosotros no convencemos a nadie, sólo el Espíritu Santo trae luz espiritual y arrepentimiento.
Cuarto Principio: “Decir la verdad requiere valentía” (v.7 a)
David dicta pena capital y Natán le responde diciendo: “Ese hombre eres tú”. Cuatro palabras que requirieron una valentía enorme. No era fácil señalar el pecado del rey porque él ya había dictado su propia sentencia de muerte y culpabilidad. Pero en nombre de Dios, Natán con valor debe declarar la verdad: “Ese hombre eres tú David, tú eres digno de muerte”.
Hermanos ¡Se requiere valentía para decir la verdad! Proclamar la verdad es para valientes, fieles y verdaderos hombres y mujeres de Dios que desean el bienestar, la restauración y la corrección en amor de un hermano(a) que ha caído en pecado. Se requiere valentía sin duda.
Quinto Principio: “Lo que Dios ha dicho no nuestras opiniones” (v.7b-9)
Existe el peligro de centrarnos en nuestras preferencias y opiniones personales. Pero, objetivamente hablando, lo único importante es “lo que Dios ha dicho”, por eso el profeta tiene autoridad para confrontar al rey. Es fascinante, porque este relato es un precioso recordatorio de que hasta el rey más grande en la tierra no se escapa de su responsabilidad ante la Palabra del Rey del Universo. Confrontamos en amor y gracia, pero con la verdad de Dios.
Hermano (a) ¡Proclama la Escritura! Pero no la uses como tu espada, recuerda que es la Espada del Espíritu y que Él la aplica al corazón, no nosotros. Mis opiniones y preferencias no transforman a nadie. “Dios ha dicho…” declaró Natán, es la clave, la Palabra de Dios debe ser central en la confrontación de un pecado dentro de la iglesia, ella tiene la autoridad final.
Sexto: “Hay perdón, pero el pecado trae sus consecuencias” (v.10-12)
Un creyente una vez me dijo: “Nelson, estoy sinceramente arrepentido de este adulterio, no debí hacerlo y espero que no tenga consecuencias” Le respondí: ¿En serio crees que se puede jugar con el pecado y salir ileso? No, no se puede pecar y salir ilesos. Hay perdón y gracia infinita en el Señor, pero las consecuencias por nuestra desobediencia vendrán, aunque no queramos. Tú puedes elegir obedecer o desobedecer a Dios, pero no puedes escoger las consecuencias de tu decisión.
En esta historia, a pesar de los ruegos y llantos del rey su hijo murió y a largo plazo todos sabemos las graves consecuencias sobre su reinado, sobre la nación y sobre sus descendientes. ¡No se puede jugar con el pecado y salir ilesos! Recordemos que la misma gracia que perdona es la gracia que nos disciplina “…a fin de que participemos de su santidad”. (Hebreos 12:7-11)
Séptimo Principio: “La honra del nombre de Dios no del nuestro” (v.13-14)
Finalmente, en mi experiencia tratando casos de fornicación o embarazos adolescentes, la tendencia de los padres creyentes, es decir: ¿Qué van a pensar de nuestra familia? ¿Qué van a pensar de mi hijo(a)? Muy escasas veces he oído a alguien decir ¿Qué se va de decir del Nombre de Dios por este pecado? ¿Cómo será deshonrado Su nombre con este pecado?
Claramente estos versículos (13-14) nos recuerdan que no debemos deshonrar Su glorioso nombre. Nuestros pecados son vergüenza y ofensa al nombre de Dios, por tanto, cuando confrontemos un pecado tengamos en cuenta que el único nombre que importa glorificar y honrar no es el nuestro, ni el de nuestros ministerios, sino el nombre de nuestro glorioso Señor.
El profeta dice a David “por cuanto el nombre de Dios ha sido blasfemado” y esto no es cosa menor. No olvidemos nunca que debemos honrar el Glorioso nombre del Señor, desde el rey más grande de Israel hasta el creyente más nuevo en la iglesia estamos llamados a obedecer al Rey de Gloria y honrar su nombre entre las naciones.
“Su honra y Su gloria nos debe importar más que nuestra vergüenza al ser confrontados por un pecado”, esto es lo que muchos creyentes aún no han comprendido de corazón.